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El sacerdote es un mediador entre Dios y los hombres, por medio de la oración y el sacrificio, para la santificación propia y de los hombres y para gloria de Dios.

Lo importante para poder dar fruto, es dejar que Dios actúe en nosotros y a través de nosotros.

Este temor de Dios es deseo de hacer el bien, de vivir en la verdad, de cumplir la voluntad de Dios.

El don de piedad nos impulsa a establecer con Dios una relación cada vez más filial, es decir, dirigirnos a Él como un hijo se dirige a su padre querido.

A través del don de ciencia, el Señor hace que el hombre entienda las cosas en la forma en cómo Él las entiende.

«De ordinario, nadie puede guiarse a sí mismo en el camino que conduce a Dios».

«Cuando venga el Espíritu de la verdad, dará testimonio de mí. Y también vosotros daréis testimonio de mí».

Mediante el don del entendimiento, el Espíritu Santo, que "escruta las profundidades de Dios", comunica al creyente una chispa de esa capacidad penetrante que le permite casi ver los misterios de Dios.

El don de sabiduría es la ciencia del amor divino, que el Padre derrama por Jesucristo en el Espíritu Santo, concedido a los pequeños y a los humildes, para que conozcan y proclamen los secretos del Reino.