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Cuando buscamos al Señor con sinceridad, Él sale a nuestro encuentro, pues nos ama tanto, que solo desea que le abramos un resquicio para poder entrar en nuestro corazón.

Cuando lloramos movidos por el arrepentimiento o la compasión, esas lágrimas son muy agradables a Dios.

Hay que estar preparados para el encuentro con el Señor, pero sin miedo, sino haciendo lo que tenemos que hacer en cada momento con paz y alegría.

¿Te crees una persona buena pero continuamente juzgas y criticas a todo el mundo? Ponte el termómetro de la fariseitis, porque a lo mejor descubres que eres un poco hipócrita.

Hagamos todo de la mano de Jesús y María, pues es la única manera segura de no equivocarnos.

Ten un corazón consciente, dispuesto, que busque y encuentre a Dios; ámale con todo tu ser.

Jesús nos está invitando al gran Banquete de la eternidad, ¿hasta cuándo vas a seguir excusándote, en vez de preparar tu traje de gala?

¿No estoy dispuesto a dejarme sorprender por Dios?

Tengas lo que tengas, no dejes de ser agradecido y generoso con lo que Dios te da.