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"El sacerdote" te quiere ayudar a comprender la grandeza del ministerio que Dios ha confiado a algunos hombres que Él mismo ha elegido, para prolongar su misión en el mundo.
"El mismo Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo [...], entre ellos constituyó a algunos ministros, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres" (Presbyterorum Ordinis, nº 2).

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«Haced esto en memoria mía» fueron las palabras de Jesús en la última cena, palabras con las que el Señor instituye el sacramento del orden sacerdotal. El Padre José María Alsina Casanova nos ayuda a profundizar en la importancia del sacerdocio, pues sin sacerdotes no hay eucaristía. Están íntimamente unidos, uno sin el otro no tiene sentido, sería imposible. Dice, «somos sacerdotes para hacer presente a Jesús eucaristía». El sacerdote se entrega con Jesús, es hecho sacrificio con Él. Hay una gran falta de sacerdotes, ¡cuántos lugares hay en el mundo donde no se celebra la misa!

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María, reflejo de Jesucristo

D. Enric Roig Vanaclocha ―sacerdote de la Archidiócesis de Valencia― tiene, desde la infancia, una especial vinculación con la Virgen María. Ella, en todo momento, ha procurado que él esté muy cerca de Jesús. Para D. Enric fue muy significativo que el seminario donde se formó se llamara «de la Inmaculada Concepción». La intercesión maternal de María por cada uno de los seminaristas y el amor que estos transmitían hacia Ella era notable, sobre todo, durante la novena de la Inmaculada y la celebración de su fiesta el 8 de diciembre. D. Enric afirma que, allá donde sea destinado, le es imprescindible que estén sus dos pilares fundamentales: Nuestro Señor Jesucristo, presente en el sacramento de la Eucaristía, y Nuestra Madre la Virgen María.

Hay que enamorarse del ministerio

En este programa de «El Sacerdote», D. Enric Roig Vanaclocha, presbítero de la Archidiócesis de Valencia, desarrolla tres puntos fundamentales dentro de la vida del sacerdote: el amor por el ministerio, la conciencia de ser trabajadores de la mies del Señor y la innegociabilidad de la oración. El sacerdote debe desempeñar su ministerio unido en todo momento al Señor porque, si no lo hace, no dará fruto. No se trata de trabajar por trabajar, sino de preguntarse: ¿Qué me pide Dios hoy? Las cosas que hago, ¿las hago por amor o por cumplir con el deber, o peor aún, para ser considerado por los demás? Para poder responder a estas preguntas, es necesaria la oración constante. Es aquí donde el sacerdote descansa en los brazos de Dios y se restituyen sus fuerzas. Por supuesto, el sacerdote no puede olvidar que la mies no es suya, sino de Dios, que se la ha confiado en sus manos para que la cuide y haga prosperar.

El confesor, canal de la misericordia

D. Enric Roig Vanaclocha, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia, reflexiona acerca de la misericordia que el Señor derrama en el sacramento de la confesión. Muchas de las angustias, ansiedades y tristezas que sufrimos provienen del pecado que oprime y rebaja al ser humano, impidiéndole la realización plena de su ser. En la confesión el alma no se encuentra con un Dios que le rechaza y le odia, sino con el Amor que espera nuestro arrepentimiento para librarnos del peso de ese pecado que nos ha hundido en la miseria. Teniendo en cuenta esto, D. Enric, nos invita a preguntarnos: ¿Por qué debería tener miedo de un Dios que lo único que quiere es salvarme? No despreciemos esta oportunidad que el Señor nos ofrece para limpiar nuestra alma: acudid con frecuencia al sacramento de la confesión.

La Eucaristía, continua unión

Gracias a la formación cristiana que recibió D. Enric Roig Vanaclocha, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia, ha tenido muy presente el sacramento de la Eucaristía desde su infancia. Experimenta que está tan dentro de él, que no puede dejar de celebrar la Santa Misa ni un solo día. Es la fuente de la vida y sería una insensatez no acudir a ella. D. Enric, para evitar por todos los medios caer en la rutina a la hora de celebrar la Eucaristía, cuida mucho su relación íntima con Jesucristo, para que, aun teniendo que celebrar varias Misas al día, cada una de ellas sea celebrada con la misma devoción, amor y entrega con que celebró su primera Misa.

El fruto de la espera

D. Enric Roig Vanaclocha, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia, esperaba con gran deseo y alegría su ordenación sacerdotal, pero lo que no podía prever era que el Señor probaría su fe antes de la llegada de este día. Cerca ya de la fecha prevista para su ordenación, comenzó la pandemia del Covid-19. Muchas actividades pastorales tuvieron que ser canceladas y otras amenazadas de llegar a ser pospuestas, entre ellas las ordenaciones sacerdotales. D. Enric vivió esta posibilidad como un gran sufrimiento. No comprendía porqué, si ansiaba darle toda su vida a Dios, tenía que esperar más tiempo para hacerlo. Pasada esta prueba, el Señor dispuso todo para que se pudiese realizar la ceremonia y este sufrimiento aumentó la fe de D. Enric y fortaleció su vocación, haciendo crecer en él la alegría y el deseo de ser solo y siempre para Dios.

Mi discernimiento vocacional

D. Enric Roig Vanaclocha, sacerdote de la Archidiócesis de Valencia, al no saber con claridad qué quería el Señor para él, comenzó los estudios universitarios en la facultad de Derecho, al mismo tiempo que discernía su vocación. Este periodo, a pesar de ser un tiempo enriquecedor, ya que le ayudó a madurar y a visualizar de primera mano las necesidades más grandes de los jóvenes, en su corazón seguía resonando la pregunta que Dios puso en él: «¿Qué quiere el Señor de mí?». Esto le llevó a intensificar los ratos de oración, a acudir a la dirección espiritual y a involucrarse en las labores de la pastoral juvenil, en todo momento con una disposición abierta a lo que Dios le pudiese pedir. Finalmente descubrió que la respuesta que tanto buscaba se encontraba en lo más profundo de su alma, el deseo de una pertenencia total a Dios sin reservarse nada.

  • D. Juan Cerrato Ponce —sacerdote de la Diócesis de Getafe (Madrid)— reflexiona sobre las experiencias diarias con las que se tiene que enfrentar y concluye que, si el sacerdote no prioriza lo verdaderamente fundamental, que es su trato íntimo con el Señor, poco a poco se va vaciando y deja de hacer lo más importante que tiene que hacer, que es comunicar a Jesucristo, porque «si el sacerdote no se llena de Dios, no transmite a Dios».

     

     

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